El agua es uno de los elementos naturales que permite y sostiene la vida en nuestro planeta, es la base de la existencia de ecosistemas y sociedades, al tiempo que un recurso frágil e insustituible.
Además, la historia de las civilizaciones está relacionada con la cuestión vital del agua porque nos habla de relaciones con el territorio, del desarrollo de formas de organización social, de gestión, medios de suministro, transporte y saneamiento.
Sin embargo hoy vivimos una historia distinta: la crisis climática que compromete la disponibilidad y el consumo seguro, equitativo y sostenible del agua.
En arquitectura y urbanismo el agua es un recurso que se gestiona y proyecta para garantizar que se cubran necesidades fisiológicas y sanitarias. El agua, además de sostener la vida de los ecosistemas, es también una infraestructura fundamental para la existencia y funcionamiento de los sistemas urbanos.
En las ciudades, el agua tiene un peso económico y cultural, en cuanto elemento determinante para el desarrollo de las comunidades.
El agua es un elemento configurador del territorio y del paisaje que desde la antigüedad ha consolidado asentamientos, definido el trazado urbano de las ciudades y establecido rutas comerciales y de conexión. Ríos y frentes marítimos, acueductos, acequias, embalses y toda la infraestructura del agua han forjado la cultura y la economía de los territorios.
Indice de contenidos
La arquitectura del agua: función, ética y estética
En arquitectura solemos pensar y proyectar basados en la funcionalidad, por lo que toda forma responde a una función. Así mismo, el uso o integración de elementos naturales en la obra arquitectónica y urbanística deben responder a criterios de funcionalidad y sostenibilidad. Estos aspectos son básicos en la concepción de la infraestructura que organiza los procesos y medios necesarios para la recolección, almacenaje, distribución y saneamiento del agua que satisface el consumo dentro de un sistema urbano.
El agua en arquitectura se entiende desde lo funcional pero también desde lo estético. Hasta aquí bien, siempre que la cuestión estética de su uso no incurra en lo banal y responda a la función.
El problema lo encontramos cuando en una obra se quiere exaltar la forma utilizando el agua como un recurso estético sin una base funcional y sostenible que integre técnica, ética y conciencia de ecosistema. De este modo, fuentes y esculturas, espejos de agua piscinas escénicas, sin un soporte que contemple un circuito de recolección, almacenaje y uso sostenible, son el ejemplo de una arquitectura peligrosa, paradójica e irresponsable que pone el valor estético del agua a nivel de un simple artificio disfrazado de poética del espacio.
El uso del agua en arquitectura debe ser estrictamente ético; no es sostenible utilizar un elemento vital como objeto de derroche visual cuando más de la mitad de la población no tiene acceso al agua potable.
Según datos ofrecidos por UNICEF [1] en un estudio publicado en el año 2019 sobre el acceso al agua potable en todo el mundo refiere que, una de cada tres personas carecen de agua potable segura, dos de cada cinco personas carecen de instalaciones básicas sanitarias para cubrir necesidades higiénicas, más de la mitad de la población mundial carecen de sistemas de saneamiento seguro del agua. La crisis del agua está sucediendo, es un hecho real y actual que viene acompañado del cambio climático, esto supone un riesgo vital para los ecosistemas y para la población más frágil.
El agua y “¿Cómo viviremos juntos?” en la 17º Biennale di Venezia
La 17º edición de la Biennale di Venezia plantea la pregunta “¿Cómo viviremos juntos?” y es la arquitectura quien debe responder al desafío de proyectar con soluciones y alternativas a las crisis sociales, económicas y ecológicas.
La impresión que dejan los distintos pabellones y propuestas reflejan la búsqueda de un cambio, la necesidad de renovar votos, actualizar objetivos e ideales y de ampliar ámbitos de acción integrando nuevas tecnologías y buenas prácticas. La diversidad de propuestas y proyectos que llegan desde todo el mundo a la bienal tratan, directa o transversalmente, sobre la crisis climática y de los recursos naturales, entre los cuales la del agua.
El agua como elemento de conexión: el pabellón de Dinamarca
La poética que tiene un valor sublime es aquella aplicada en la arquitectura que crea, produce y soluciona con la lógica de los ecosistemas, una forma de proceder que responde a los desafíos de nuestra contemporaneidad. La propuesta del pabellón danés es poética sublime, técnica aplicada y engranada con conciencia de sostenibilidad en la recolección y uso del agua.
Titulado Con-nect-ed-ness, el pabellón de Dinamarca habla de sentidos, conexión con la naturaleza y de ciclos vitales que se hacen evidentes aprovechando sus bondades a través del uso responsable.
El ciclo del agua viene representado desde lenguaje arquitectónico con la construcción del sistema de recolección, almacenaje y distribución. La forma responde a la función, cada espacio tiene su rol en el engranaje de un sistema que entiende el elemento agua como un recurso que define dimensiones, distribución, formas de uso, conexión y relación.
No hay grandes pretensiones más que la de utilizar un medio de almacenaje para la recolección del agua pluvial que va interconectado a una red de tuberías para su distribución. El agua recolectada llega a cada espacio, a los grifos para servir el agua de la zona donde se preparan bebidas, se ramifica en los diversos maceteros de hierbas aromáticas y se desboca en un gran espejo de agua sobre el que se abre un gran salón donde sentarse a beber una infusión. Los distintos espacios del pabellón están servidos del agua recolectada y ésta llega a cada uno en función de los distintos usos y escalas de consumo dentro de un espacio comunitario que entiende lo estético y funcional como una entidad indisociable.
Crisis y límites
Iván Illich escribió que «el consumo energético será biológica y socialmente sano únicamente cuando se encuentre en el estrecho margen que separa la cantidad necesaria para la vida del consumo excesivo», y podríamos aplicar la lógica de este silogismo a la crisis del agua. Si no somos capaces de reconocer los límites de los recursos, tampoco podremos poner límites a las expectativas de consumo, ni mucho menos gestionar una crisis del agua.
Sabrina Gaudino Di Meo | Arquitecta
@gaudi_no
Notas:
Unicef. “Progress on household drinking water, sanitation and hygiene, 2000-2017
Special focus on inequalities”, visto en: https://data.unicef.org/resources/progress-drinking-water-sanitation-hygiene-2019/