El cuerpo humano ha sido el punto de referencia para la construcción de nuestro entorno. La conciencia de un cuerpo y de sus proporciones nos ha permitido crear una dimensión de relaciones métricas, volumétricas, perceptivas y sensoriales que toman forma y espacio en todas las escalas y ámbitos de nuestras vidas.
La arquitectura es un servicio y si bien debe responder desde la función y con las técnicas adecuadas, lo debe hacer del mismo modo con la sensibilidad del conocimiento holístico de las personas y del entorno.
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De la arquitectura como puente entre el arte y la ciencia
En la constante búsqueda de respuestas desde la arquitectura y con la apertura e integración hacia y de otras especialidades del saber, es posible acercarnos a una mayor comprensión de nuestro mundo y de nuestro cuerpo. Todo esto para decir que hay una dimensión enorme que se abre cuando nos acercamos a la comprensión de nuestros cuerpos, de su funcionamiento desde lo físico, motor y sensorial, y de cómo el entorno afecta estos cuerpos.
El cuerpo es también un sistema sensorial complejo y entender cómo puede incidir lo exterior, por ejemplo en nuestro estado de ánimo, dada su forma, los colores, la luz, la temperatura y los objetos que conforman ese espacio, nos permite crear lugares saludables.
Si bien la arquitectura hasta el Renacimiento sostuvo que el ideal de edificio debía emular el cuerpo humano, podríamos decir que se trata de referencias puramente métricas para establecer relaciones dimensionales con objetos y espacios, sin dejar de lado que la cuestión sensorial y perceptiva siempre ha estado presente para definir aspectos estéticos.
Sin embargo, analizando los preceptos históricos desde Vitruvio hasta la edad Moderna, la sensación que emana es de una relación que se queda a cierto nivel y que no se adentra en aspectos más profundos del cuerpo humano como el biológico o psicológico.
En la escuela de la arquitectura moderna norteamericana, Richard Neutra fue uno de los primeros en declarar su interés por las ciencias biológicas y referir la importancia de recurrir a la neurociencia como fuente de conocimiento en arquitectura y de aplicación en el diseño arquitectónico. Con su libro “Survival Through Design” publicado en 1953, abre una constelación de referencias basadas en la investigación en el campo de la psicología y la fisiología integradas con su experiencia en el campo de la arquitectura, todo para advertirnos de la necesidad de comprender el funcionamiento biológico del cuerpo para proyectar en arquitectura.
En la entrevista Arquitasa_TALKS «Neuroarquitectura: Diseñar para el cuerpo», la arquitecta Ana Mombiedro concluye declarando que: «El espacio es una herramienta terapéutica en sí misma. (…) Es un derecho que las personas comprendan cómo el espacio afecta a sus cuerpos». Y justamente, del derecho a saber y conocer a través de una arquitectura entendida como servicio, la responsabilidad de proyectar basados en un conocimiento holístico del cuerpo se hace cada vez más necesaria.
Al mismo tiempo, llegar a este nivel de conciencia sobre la necesidad de integrar ciencia y arquitectura, nos permite reconocer las carencias y potencialidades de nuestros espacios y de redefinirlos adecuadamente en función de las necesidades y requerimientos de nuestros cuerpos.
Espacios vivos, sanadores y didácticos
La biología y la neurología aplicadas en arquitectura son herramientas que nos permiten entender el espacio a través del conocimiento de nuestros cuerpos, de cómo funcionamos y de cómo nuestros cuerpos responden a los estímulos espaciales.
Este conocimiento del propio cuerpo nos hace más conscientes de este y del entorno. Esto abre la posibilidad de diseñar espacios que cumplan funciones más específicas, como por ejemplo sanar, relajar o enseñar. Los espacios pueden ser didácticos o sanadores y la forma en la que nos relacionamos con estos espacios también pueden sanarnos.
El abordaje de la arquitectura en la cuestión perceptiva y sensorial no es nuevo. La arquitectura maneja y aplica estos conceptos, algunas veces de forma intuitiva, para bien o para mal, porque también es cierto que muchas veces los resultados no son los mejores. Es por esto que adquirir un conocimiento científico del funcionamiento del cuerpo nos da herramientas más precisas para crear y resolver un problema arquitectónico de forma más adecuada.
En este camino encontramos que el interés por comprender, abordar y resolver las cuestiones de la percepción y sensorialidad desde la arquitectura ha ido avanzando en campos como los espacios educativos, por ejemplo en el diseño de espacios didácticos y estimulantes para la función del aprendizaje lúdico.
Otro campo de aplicación del cual tenemos buenos ejemplos es el de la salud, por ejemplo con los proyectos «Arquitectura de maternidades» de las arquitectas Marta Parra y Ángela Müller, quienes tienen como premisa «humanizar la arquitectura».
Un camino hacia la integración de especialidades
En los proyectos de espacios, edificios o lugares se trabaja también con lo sensorial y perceptivo, por lo que la psicología y la neurología integradas con la arquitectura abren el camino hacia una comprensión holística de nuestros cuerpos para crear una mejor relación con los espacios que habitamos.
Reconocer el poder de lo sensorial y perceptivo y aplicarlo en el diseño de nuestro entorno (a cualquier escala) determina un nivel más adecuado de respuesta y solución de aspectos funcionales, sensoriales, perceptivos y estéticos.
De la arquitectura del habitar, aquella que crea refugio, a la arquitectura que cuida y sana hay una brecha enorme definida por un desafortunado desarrollismo mercantilista.
En la historia tenemos el registro de los caminos afortunados y desafortunados que ha tomado la arquitectura, los cuales han definido edificaciones y ciudades. Al mismo tiempo, estos han definido y definen el estilo de vida y en correspondencia con estos espacios también se ha definido el destino social y económico de nuestras sociedades.
El balance positivo lo observamos en la construcción de lugares dignos, donde se ha podido manifestar para bien una disciplina al servicio de la comunidad. Pero también, y en contraposición, hemos sido y somos espectadores y víctimas de una arquitectura llevada de la mano villana e indolente, aquella que se aleja del servicio y que ignora las necesidades de las personas.
El concepto de sanación es multidimensional y se enriquece con la apertura e integración de otras ramas del saber y de las ciencias en arquitectura, todo para mejorarnos y mejorar los lugares que habitamos.
Sabrina Gaudino Di Meo
Arquitecta con especialización en urbanismo, paisaje, gestión y edición editorial. Actualmente se desempeña en el campo de las reformas y la gestión.
También se dedica a la investigación en el campo de lo urbano, la ciudad, la movilidad, el espacio público, el paisaje y lo social; colaborando como divulgadora, co-editora y corresponsal en diversos medios digitales.